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“Las Relaciones Importan”

Conocí a mi Sifu por primera vez en Puerto Rico, y fue un encuentro que nunca olvidaré. En ese momento, ni siquiera sabía que él practicaba Ving Tsun. Había venido a Puerto Rico de vacaciones, pero amablemente accedió a visitar mi clase, la cual se llevaba a cabo en un parque bastante deteriorado. Naturalmente, tenía curiosidad sobre su experiencia en las artes marciales, así que le pregunté: “¿Practicas Ving Tsun?” Su respuesta?: “Un poco”. Mirando hacia atrás, eso es como preguntarle a Picasso si pinta de vez en cuando.

Después de nuestra reunión, decidí enviarle una solicitud de amistad en Facebook. Fue entonces cuando mi curiosidad se transformó en una especie de trabajo de investigación (bueno, está bien, casi de acecho). Mientras revisaba sus publicaciones, rápidamente me di cuenta de que él era mucho más de lo que aparentaba. No era solo alguien que “sabía un poco” de Ving Tsun, sino alguien profundamente inmerso en el arte, con conexiones y logros que ni siquiera podía imaginar.

No pasó mucho tiempo antes de asistir a mi primera Cumbre de Ving Tsun en Tallahassee. Pedí un Uber para lo que creía que era su casa, pero cuando llegué, dudé seriamente si estaba en el lugar correcto. La casa estaba llena de energía: repleta de miembros de la familia de Kung Fu y entusiastas. Parecía más una reunión de maestros que una sala de estar típica. Me quedé dudando en la puerta, convencido de que me había equivocado. Pero no, era su casa.

Sifu me presentó a todos con un nivel de respeto que nunca había experimentado antes. No me presentó simplemente como otro invitado, sino como “Sifu Rafael González”. A pesar de ser mucho más hábil y experimentado, me trató como un igual, nunca desestimándome ni menospreciándome. Ese momento dejó una impresión duradera en mí.

Sin embargo, soy naturalmente escéptico. La vida me había enseñado a ser cauteloso con aquellos que se proclaman maestros o Sifus. Muchos habían intentado usarme para su beneficio, así que resistí la idea de comprometerme plenamente con él como mi maestro. Le hice preguntas interminables, poniendo a prueba su paciencia en todo momento. Aun así, él siguió siendo mi amigo, sin presionarme ni rechazarme, aunque confieso que usualmente intentaba obtener tanta información como pudiera sin pedirle oficialmente que fuera mi Sifu.

Un día, durante una visita a mi ciudad, me invitó a una escuela que estaba visitando. Sin decir una palabra, me hizo un invitacion para que practicaramos Chi Sao.

Lo que sucedió a continuación fue algo casi mágico.

Mientras entrenamos, me di cuenta de que mi cuerpo ya no me pertenecía. Cada intención, cada movimiento que intentaba hacer, era interceptado antes de que siquiera comenzara. Sentía como si estuviera siendo controlado por una fuerza invisible. Mi único pensamiento fue: “¿Qué clase de brujería es esta?”

Ese fue el momento en que todo cambió. No sabía qué era esto, pero sabía que necesitaba aprenderlo. Le pedí oficialmente que fuera mi maestro, y él amablemente aceptó. Hoy, estoy orgulloso de decir que soy un estudiante interno y parte de una familia de Kung Fu que ha transformado mi vida.

A medida que continué entrenando, comencé a notar cambios en mí mismo. Retos que antes parecían insuperables ahora eran manejables. Oponentes que siempre habían sido difíciles de controlar ahora se sentían casi sin esfuerzo. ¿Cómo sucedió esto? Sifu me enseñó a mirar hacia adentro, a enfocarme en mí mismo en lugar de en mi oponente. Es simple en teoría, pero profundo en la práctica.

El aspecto interno del Kung Fu —aunque me queda mucho camino por recorrer— es el mayor tesoro que he descubierto. Y se lo debo todo a él.

Sifu ha sido más que un maestro. Es un amigo, un mentor y un guía. Me ha mostrado la importancia de la familia, el valor de ser parte de una red de apoyo y la sabiduría de seguir a alguien que ya ha recorrido el camino hacia el éxito. Este artículo es mi forma de decir gracias por mostrarme la verdadera vida de Kung Fu.

Como Sifu suele decir:

• “Las relaciones importan.”
• “Haz amigos solo porque puedes.”
• “El único enemigo en la vida es el tiempo.”

Gracias, Sifu Thornton Williams (Moy Don), por tu paciencia, tu guía y tu amistad. Nunca te rendiste conmigo, y por eso, siempre estaré agradecido.

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“Relationships Matter”

The Day We Met

I first met my Sifu in Puerto Rico, and it was an encounter I’ll never forget. At the time, I didn’t even know he practiced Ving Tsun. He had come to Puerto Rico on vacation but kindly agreed to visit my class, which I held in a worn-out park. Naturally, I was curious about his martial arts background, so I asked him, “Do you know Ving Tsun?” His response? “A little.” Looking back, that’s like asking Picasso if he dabbles in painting!

After our meeting, I decided to send him a friend request on Facebook. That’s when my curiosity turned into full-blown investigative work (okay, fine, stalking). As I scrolled through his posts, it quickly became clear that he was far more than he let on. This wasn’t just someone who “knew a little” about Ving Tsun—this was someone deeply immersed in the art, with connections and accomplishments I hadn’t even imagined.

It wasn’t long before I attended my first Tallahassee Ving Tsun Summit. I Ubered to what I thought was his house, but when I arrived, I seriously questioned if I was in the right place. The house was alive with energy—full of Kung Fu family members and enthusiasts. It felt like a gathering of masters, not your typical living room. I hesitated at the door, convinced I’d made a mistake. But no—it was his house.

Sifu introduced me to everyone with a level of respect I had never experienced before. He didn’t present me as just another guest but as Sifu Rafael González. Despite being far more skilled and experienced, he treated me as an equal, never dismissing or undermining me. That moment left a lasting impression on me.

But I’m naturally skeptical. Life had taught me to be cautious of those who claim to be masters or Sifus. Too many had used me for their benefit, so I resisted the idea of fully committing to him as my teacher. I asked endless questions, testing his patience at every turn. Still, he remained my friend, never pushing me or rejecting me, even though I tried to get as much information from him as I could without officially asking him to be my Sifu.

One day, during a visit to my town, he invited me to a school he was visiting. Without a word, he gestured for us to play Chi Sao.

What happened next was nothing short of magical.

As we played, I realized my body was no longer mine. Every intention, every movement I tried to make, was intercepted before it even began. It felt like I was being controlled by an invisible force. My only thought was, “What kind of sorcery is this?”

That was the moment everything changed. I didn’t know what this was, but I knew I needed to learn it. I officially asked him to be my teacher, and he graciously accepted. Today, I am proud to say I am an internal student and part of a Kung Fu family that has transformed my life.

As I continued training, I began to notice changes in myself. Challenges that once seemed insurmountable became manageable. Opponents who had always been difficult to control now felt effortless. How did this happen? Sifu taught me to look inward—to focus on myself rather than my opponent. It’s simple in theory but profound in practice.

The internal aspect of Kung Fu—though I have a long way to go—is the greatest treasure I’ve discovered. And I owe it all to him.

Sifu has been more than just a teacher. He is a friend, a mentor, and a guide. He has shown me the importance of family, the value of being part of a supportive network, and the wisdom of following someone who has already walked the path to success. This article is my way of saying Thank You for showing me the true Kung Fu life.

As Sifu often says:

• “Relationships matter.”

• “Make friends just because you can.”

• “The only enemy in life is time.”

Thank you, Sifu Thornton Williams (Moy Don), for your patience, your guidance, and your friendship. You never gave up on me, and for that, I am forever grateful.

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Caminando el Círculo

En las artes marciales, el camino del aprendizaje no es una línea recta; es un círculo. Al principio, todos comenzamos desde lo simple, con fundamentos básicos, conceptos que parecen casi elementales. Sin embargo, conforme avanzamos, empezamos a pensar que el dominio de un arte radica en acumular técnicas y habilidades, en conocer cada pequeño detalle, cada variación y cada posible respuesta. Nos convencemos de que la clave de la efectividad es saber más y más, como si la cantidad asegurara la calidad.

Es fácil imaginar que una gran colección de técnicas y estrategias nos hará fuertes y preparados. Pero esta ilusión es solo eso: una ilusión. Al igual que en la leyenda de “El Dorado,” donde se persigue un tesoro que promete la felicidad absoluta y la seguridad eterna, muchos de nosotros perseguimos el “tesoro” de acumular habilidades. Así, nos lanzamos en esa búsqueda, creyendo que cuanto más tengamos en nuestro arsenal, más invulnerables seremos. Sin embargo, con el tiempo descubrimos que esa búsqueda puede ser más dañina que beneficiosa. En nuestro afán por abarcarlo todo, terminamos cargando un peso que nos hace lentos y nos quita claridad.

A medida que pasan los años y damos la vuelta al círculo, volvemos a donde todo comenzó. Después de haber explorado, aprendido y acumulado tanto, empezamos a darnos cuenta de que los fundamentos — aquellas enseñanzas simples y directas que recibimos al principio — son realmente los elementos más efectivos y prácticos. Pero esta verdad, esta simplicidad profunda, no puede apreciarse ni valorarse hasta que hayamos recorrido todo el camino. Es necesario haber contemplado la complejidad, habernos perdido en la maraña de técnicas y estilos, para poder ver con claridad la belleza de lo simple.

Esta ha sido mi experiencia, y es la razón por la que nunca intervengo cuando veo a mis estudiantes obsesionarse con la idea de aprender más y más. Yo también estuve ahí. También pensé, en su momento, que la seguridad y el dominio dependían de conocer cada técnica que pudiera existir. Entiendo bien que, para que puedan llegar a valorar la simplicidad de los fundamentos, tienen que vivir la ilusión de la complejidad. Nadie puede estar satisfecho con menos si ha pasado la vida mirando por la ventana, imaginando si algo mejor existe allá afuera.

Por eso, cuando veo a mis estudiantes en esta etapa, los dejo que sigan su camino, que recorran su propio círculo. Sé que ellos también necesitarán ese viaje, necesitarán probar y acumular antes de que puedan finalmente soltar. Solo después de recorrer este sendero, al final, entenderán que el verdadero secreto no reside en una técnica oculta o en un movimiento exótico, sino en aquello que alguna vez aprendimos en el principio: los fundamentos. Aquellos movimientos simples, directos y efectivos son los que, al final, tienen el valor y la potencia de sostenernos en situaciones reales.

Caminar el círculo es, en última instancia, aprender a soltar.

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Detras de la Puerta

En la vasta y antigua tradición del Kung Fu, existe una distinción entre los estudiantes que aprenden de manera casual y aquellos que son aceptados como discípulos internos. Convertirse en un estudiante interno es un compromiso sagrado que representa no solo el aprendizaje de técnicas, sino la transmisión del corazón mismo del arte. Es una relación que va más allá de lo físico y se adentra en los aspectos espirituales y emocionales del Kung Fu. ¿Pero qué rasgos distinguen a alguien como un buen candidato para este camino único y exigente?

Aquí se presentan los rasgos que destacan al identificar a un buen candidato para la vida de un estudiante interno de Kung Fu:

  1. Compromiso con el Crecimiento, No Solo con la Maestría

El Kung Fu trata sobre la automejora continua. Un verdadero estudiante interno se acerca al arte con humildad, entendiendo que el Kung Fu es un viaje de toda la vida. En lugar de enfocarse solo en alcanzar rangos o elogios, están comprometidos con el crecimiento personal—físico, mental y espiritual. Encarnan un profundo deseo de mejorar, sabiendo que las lecciones que aprenden en el tapete se trasladan a las luchas más amplias de la vida.

El estudiante ideal no busca ganancias rápidas, sino que valora el lento y deliberado despliegue de la sabiduría a través de la práctica. Aceptan los reveses, desafíos e incluso fracasos que son inevitables en el camino, viéndolos como oportunidades para refinar no solo su técnica, sino también su carácter.

2. Respeto y Lealtad a la Tradición

Un estudiante interno es alguien que honra el legado del arte y la línea de la cual proviene. Entienden que el Kung Fu es más que movimientos; es una tradición rica en historia, ética y valores. Su respeto se extiende no solo a su maestro, sino al arte mismo, a los ancestros que lo formaron y a sus compañeros de entrenamiento.

La lealtad es esencial. Una vez aceptado como estudiante interno, el individuo se convierte en parte de una familia—una hermandad o sororidad unida por los mismos principios y compromisos. Protegen la integridad de las enseñanzas y permanecen fieles a los valores inculcados por su Sifu (maestro), practicando con disciplina tanto dentro como fuera del área de entrenamiento.

3. Humildad ante el Poder

El Kung Fu entrena el cuerpo y la mente para manejar el poder, pero el verdadero poder debe equilibrarse con humildad. El candidato ideal es alguien que puede llevar sus habilidades con gracia, sin abusar de sus capacidades ni buscar validación a través de la dominación. Entienden que la verdadera marca de un guerrero no está en superar a otros, sino en dominarse a sí mismo.

La humildad también significa estar abierto a la corrección y la instrucción. Un estudiante interno debe estar dispuesto a ser vulnerable, reconociendo donde fallan y confiando en que su maestro los guiará en la dirección correcta. Esta disposición para aprender y desaprender es lo que les permite absorber las capas más profundas del Kung Fu.

4. Perseverancia y Determinación

El camino del Kung Fu no es fácil. Requiere perseverancia y la capacidad de superar la incomodidad, el cansancio y la duda. Un buen candidato a estudiante interno tiene un depósito de determinación—una fortaleza mental que les permite seguir adelante cuando otros se rendirían. Entienden que la maestría requiere tiempo y no temen el largo y, a veces, arduo camino que tienen por delante.

La perseverancia no solo se trata de resistencia física; también se trata de resistencia emocional y espiritual. Un estudiante interno enfrentará batallas internas—momentos de duda, impaciencia o frustración. Su habilidad para mantenerse en el camino, para centrarse en la visión a largo plazo, los diferenciará de los demás.

5. Un Corazón de Servicio

El Kung Fu, en su esencia, trata de algo más que el beneficio personal; se trata de contribuir al bien común. Un verdadero estudiante interno entiende que las habilidades que desarrollan no son solo para ellos, sino para su comunidad. Ya sea a través de la enseñanza, protegiendo a otros o simplemente viviendo como un modelo de disciplina y virtud, devuelven al mundo lo que han aprendido.

El servicio en el Kung Fu no solo se trata de ayudar a otros físicamente; se trata de encarnar los principios del arte en la vida cotidiana—ofreciendo amabilidad, respeto y paciencia a los demás, y usando su fortaleza interior para hacer del mundo un lugar mejor.

6. Apertura a la Transformación

El Kung Fu no solo se trata de aprender a pelear; se trata de transformación. El proceso de convertirse en un estudiante interno es un viaje de autodescubrimiento, uno que desafía viejos hábitos y formas de pensar. Un buen candidato es alguien que está abierto a esta transformación, que está dispuesto a dejar ir lo que ya no le sirve para crecer y convertirse en una versión más fuerte y sabia de sí mismo.

Están abiertos a la posibilidad de que el Kung Fu los cambie de formas que aún no comprenden completamente. Se acercan al arte con curiosidad, sabiendo que sus verdaderas lecciones se revelan con el tiempo, a través de la práctica, la reflexión y la guía de su maestro.

7. Comprensión del Concepto de “Estudiante Interno”

Para muchos, el concepto de convertirse en un estudiante interno puede parecer extraño o incluso anticuado. En un mundo donde el conocimiento está tan fácilmente accesible, la idea de una transmisión selecta y privada de sabiduría puede sentirse ajena. Pero en el Kung Fu, este concepto es vital para preservar la profundidad e integridad del arte. Ser un estudiante interno no se trata de exclusividad por sí misma; se trata de crear un espacio donde los aspectos más profundos del Kung Fu puedan ser transmitidos con intención y cuidado.

La ceremonia que acompaña al convertirse en un estudiante interno puede resultar extraña para algunos, pero cumple una función importante. Marca el comienzo de un compromiso más profundo, uno que reconoce la sacralidad del vínculo entre maestro y alumno. Esta ceremonia es un rito de paso, un momento que significa que el alumno está listo para asumir las responsabilidades y desafíos que vienen con las enseñanzas más profundas del Kung Fu.

8. El Simbolismo del Sobre “Hong Bao”

Un elemento clave de la ceremonia de estudiante interno es la ofrenda de un “Hong Bao,” un sobre rojo que tradicionalmente contiene un regalo monetario para el Sifu. Aunque esto pueda parecer transaccional, su significado es mucho más profundo. En Kung Fu, aceptar el honor de convertirse en un estudiante interno conlleva un cierto peso—debe “doler” de alguna manera, representando la seriedad del compromiso que se está tomando. No se trata de un simple intercambio de dinero; es un símbolo de sacrificio y respeto.

Ser un estudiante interno trae beneficios adicionales que un no-interno no tiene. Acceso a secretos celosamente guardados, entrenamiento avanzado y una relación más profunda con el maestro son todos privilegios. Si una persona recibiera estos secretos y beneficios sin ningún costo o esfuerzo, cualquiera podría reclamar este honor, y perdería su significado. El “Hong Bao” es una reflexión de la comprensión del estudiante de que este camino requiere sacrificio, tanto en términos de esfuerzo físico como de dedicación emocional.

Sin embargo, es importante notar que el “Hong Bao” no es el único factor que determina la valía de alguien como estudiante interno. El carácter adecuado debe ser evidente mucho antes de la ceremonia. Un maestro evalúa la disciplina, humildad y disposición de un candidato para las responsabilidades que vienen con esta posición. La tarifa es solo una parte de la ceremonia; las virtudes del estudiante son lo que realmente determina si son dignos de convertirse en estudiantes internos.

9. La Ceremonia de Bai Si:

Un Rito Sagrado La Ceremonia de Bai Si (拜師) es el acto formal de convertirse en un estudiante interno. Este ritual profundamente simbólico es el momento en que la relación entre Sifu y estudiante se transforma de casual a personal, donde el estudiante es bienvenido a la “puerta interior” de las enseñanzas del maestro. Bai Si significa literalmente “reverencia al maestro,” lo que simboliza el compromiso del estudiante con el respeto y la gratitud, así como la disposición del maestro a impartir los aspectos más profundos de su conocimiento y sabiduría.

Parte de la ceremonia a menudo implica que el estudiante sirva té a su Sifu como muestra de humildad, respeto y gratitud. Esta ofrenda de té es un gesto que va más allá de la mera tradición; representa el reconocimiento del estudiante del lugar del Sifu no solo como entrenador o instructor, sino como un mentor y guía en la vida. Beber el té marca la aceptación formal del estudiante en la línea del Sifu y solidifica el vínculo que dará forma al desarrollo futuro del estudiante.

Este momento no es solo una formalidad—lleva un profundo peso emocional. El acto de servir y recibir té simboliza la confianza mutua, el respeto y el acuerdo tácito de que tanto el Sifu como el estudiante honrarán sus compromisos entre sí y con el arte del Kung Fu.

Conclusión

Convertirse en un estudiante interno en la vida del Kung Fu es un privilegio que exige más que habilidad técnica. Requiere un profundo compromiso con el crecimiento, humildad, perseverancia y un respeto inquebrantable por la tradición. Un verdadero estudiante interno encarna el espíritu del arte, permitiéndole dar forma no solo a sus movimientos, sino también a su corazón y mente.

El concepto de “indoorship” puede parecer extraño, pero desempeña un papel crucial en la preservación de las capas más profundas del Kung Fu. A través de la ceremonia