
Esta es una carta para “Aquellos que estuvieron, los que están, y los que vendrán después”
Hay algo extraño que sucede cuando dedicas tu vida a algo, cuando te entregas por completo a un camino, una tradición, un arte. En Kung Fu, hablamos mucho de movimiento—de fluidez, adaptabilidad, resiliencia—pero la gran paradoja es que, como maestro, a menudo me encuentro quieto. No estancado, no atrapado, sino arraigado. Y mientras permanezco en mi sitio, los estudiantes pasan como el viento.
Algunos llegan con entusiasmo, llenos de fuego, convencidos de que este será su camino. Algunos se quedan lo suficiente para dar unos cuantos pasos, ya sea por curiosidad o por superar alguna situación en su vida. Y algunos—muy pocos—permanecen en el camino largo, caminando conmigo a través de las estaciones, los altibajos, moldeando y siendo moldeados.
Al principio, debo admitirlo, esto me supo amargo. Las despedidas, las decepciones, aquellos que juraron: “Siempre estaré aquí”, solo para desvanecerse como arena en el viento.
Cargué con ese peso, preguntándome si había hecho lo suficiente, si les había dado lo que necesitaban, si podía haber hecho más. Quería aferrarme, asegurarme de que vieran lo que yo veía, de que sintieran lo que yo sentía, de que crecieran como sabía que podían. Pero el Kung Fu, como la vida, no funciona así.
Con el tiempo, esa amargura se ha suavizado. Con cada estudiante que se va, con cada despedida, he aprendido mi propia lección. He llegado a entender que mi trabajo no se mide por quién se queda, sino por qué tan profundamente puedo impactar a alguien, incluso en los momentos más breves.
Algunos estudiantes se quedan lo suficiente para convertirse en familia. Otros solo pasan, su tiempo conmigo siendo apenas un hilo en el tejido de su vida. Ambas experiencias son válidas. Ambas forman parte de este camino. Ya no me aferro a la idea de que la longevidad es sinónimo de éxito. En su lugar, confío en que las lecciones—la disciplina, el esfuerzo, la resiliencia—seguirán vivas de maneras que tal vez nunca llegue a ver.
A los que aún están aquí, los que siguen entrenando, creciendo y compartiendo este viaje—gracias. Su confianza, su dedicación y su voluntad de seguir en este camino a mi lado significan más de lo que imaginan.
A los que han seguido adelante, ya sea porque la vida los llevó por otro rumbo o porque encontraron otro camino—gracias. Su tiempo conmigo, por corto que haya sido, tuvo significado. Espero que algo, aunque sea una pequeña parte de lo que compartimos, les sirva en su vida.
Y a los que aún no han llegado—los veré cuando los vea, donde sea que los vea. Ya sea que nuestro tiempo juntos sea largo o corto, sepan que la puerta está abierta, las lecciones están aquí y el camino siempre los espera.
Este es el trabajo de un Practicante de Por Vida
Con respeto,
Tu Sifu