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The Silk Road

Kung Funomía

El otro día, mi Sifu necesitaba ayuda para reparar la sede de nuestra organización—el Mo Gwoon. Una tormenta arrancó parte del techo, dejando vulnerable el lugar que ha sido hogar de décadas de disciplina, sudor y transformación personal.

Le conté a alguien que los estudiantes indoor estaban enviando dinero para ayudar con las reparaciones, y su respuesta me dejó pensando:

“¿Y por qué tú tienes que mandar dinero para eso?”

Sonreí y le dije:

“Pensar así es exactamente lo que te mantendría fuera de ser un estudiante indoor.”

Y no lo dije con arrogancia, ni por jerarquía.

Lo dije porque esa mentalidad revela que aún no se entiende lo que significa realmente pertenecer.

Imagínate que yo esté pasando por una necesidad, y mis estudiantes me digan:

“¿Y eso no es tu problema?”

“¿Por qué tendría que ayudarte yo?”

Es parte de la naturaleza humana—todos amamos ser ayudados.

Pero cuando nos toca ayudar… ahí es donde muchos desaparecen.

Nos encanta que nos sirvan. Pero servir… eso pesa.

¿Cómo voy a esperar que alguien me sirva el té, si yo no me siento llamado a servirle el té a mi Sifu?

¿Cómo puedo esperar que mis estudiantes tomen la clase con seriedad, que se presenten con constancia y vivan el camino del Kung Fu con disciplina—si yo mismo falto, doy el mínimo, o trato la cultura con ligereza?

Una de las enseñanzas más poderosas que me dio mi Sifu, Thornton Williams (Moy Don), fue:

“Nunca seas uno de esos Sifus que solo reciben y reciben de sus estudiantes… y nunca dan nada a cambio.”

Y déjame decirte algo: él vive esa enseñanza.

Sifu es un dador. Siempre.

No solo da sabiduría, ánimo y guía (que ya sería más que suficiente)…

también entrega regalos tangibles, hermosos y significativos.

Libros, recuerdos personalizados, caligrafías enmarcadas, detalles que uno puede sostener en la mano y que sirven como recordatorio de quién eres y a qué comunidad perteneces.

Si alguna vez has estado en una de nuestras cumbres anuales o en algún evento que organiza, sabes exactamente de lo que hablo.

Sifu no solo lidera—bendice.

No tiene la obligación de dar nada… pero aún así da. Con alegría. Con intención.

Porque el liderazgo real da… incluso cuando no tiene que hacerlo.

También me enseñó algo que llevo conmigo dentro y fuera del are de entrenamiento:

“Así como en el Kung Fu, iguala la energía de las personas, pero siempre mantén tu integridad.”

Si alguien llega suave, no abuses.

Si alguien llega fuerte, no pierdas tu centro tratando de imponerte.

Mantén tu línea. Sé claro. Sé firme. Sé noble.

Y eso, en el fondo, es de lo que se trata todo esto.

Lo que más amo de la cultura del Kung Fu es que los rituales no nos manipulan… nos revelan.

¿Crees que eres humilde?

Espera a que te toque barrer el piso.

¿Crees que eres generoso?

Espera a que alguien te pida ayuda cuando estás cansado o justo sin tiempo.

¿Crees que eres leal?

Vamos a ver qué pasa cuando tu Sifu te pide algo que cuesta tiempo, energía o dinero.

Es fácil pensar que los que tienen más antigüedad se llevan la mayor parte del pastel…

Pero seamos honestos:

¿Quién construyó la cocina?

¿Quién cultivó los ingredientes?

¿Quién se quedó despierto horneando mientras los demás dormían?

Un estudiante llega, entrena y se va.

Un Sifu piensa en ti antes, durante y después de clase—piensa en tu crecimiento, tus obstáculos, tu camino.

Todos queremos ser valorados, apoyados, inspirados…

Pero la pregunta dura es:

¿Estamos dando esa misma energía a los demás?

Mucha gente quiere ser servida.

Pocos quieren servir.

Y mira, lo entiendo—somos humanos.

Pero parte del camino del Kung Fu es mirarse al espejo y preguntarse:

¿Qué tipo de ser humano estoy llegando a ser?

Así que aquí va mi llamado:

Mira hacia adentro.

Encuentra esos pequeños rincones donde aún habita el egoísmo.

Confróntalos. Límpialos.

Y hazte esta pregunta con honestidad:

¿Estoy dispuesto a hacer por otros lo que espero que otros hagan por mí?

Porque si la respuesta es “no,” entonces no podemos sorprendernos cuando la vida—o los demás—nos reflejan lo mismo.

Claro, siempre habrá una manzana podrida que cree que el mundo le debe todo.

Pero tú no tienes que ser esa manzana.

Sé el estudiante que da.

Sé el practicante que honra la cultura.

Sé el Sifu que lidera con generosidad, no con ego.

Eso es Kung Funomía.