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Caminando el Círculo

En las artes marciales, el camino del aprendizaje no es una línea recta; es un círculo. Al principio, todos comenzamos desde lo simple, con fundamentos básicos, conceptos que parecen casi elementales. Sin embargo, conforme avanzamos, empezamos a pensar que el dominio de un arte radica en acumular técnicas y habilidades, en conocer cada pequeño detalle, cada variación y cada posible respuesta. Nos convencemos de que la clave de la efectividad es saber más y más, como si la cantidad asegurara la calidad.

Es fácil imaginar que una gran colección de técnicas y estrategias nos hará fuertes y preparados. Pero esta ilusión es solo eso: una ilusión. Al igual que en la leyenda de “El Dorado,” donde se persigue un tesoro que promete la felicidad absoluta y la seguridad eterna, muchos de nosotros perseguimos el “tesoro” de acumular habilidades. Así, nos lanzamos en esa búsqueda, creyendo que cuanto más tengamos en nuestro arsenal, más invulnerables seremos. Sin embargo, con el tiempo descubrimos que esa búsqueda puede ser más dañina que beneficiosa. En nuestro afán por abarcarlo todo, terminamos cargando un peso que nos hace lentos y nos quita claridad.

A medida que pasan los años y damos la vuelta al círculo, volvemos a donde todo comenzó. Después de haber explorado, aprendido y acumulado tanto, empezamos a darnos cuenta de que los fundamentos — aquellas enseñanzas simples y directas que recibimos al principio — son realmente los elementos más efectivos y prácticos. Pero esta verdad, esta simplicidad profunda, no puede apreciarse ni valorarse hasta que hayamos recorrido todo el camino. Es necesario haber contemplado la complejidad, habernos perdido en la maraña de técnicas y estilos, para poder ver con claridad la belleza de lo simple.

Esta ha sido mi experiencia, y es la razón por la que nunca intervengo cuando veo a mis estudiantes obsesionarse con la idea de aprender más y más. Yo también estuve ahí. También pensé, en su momento, que la seguridad y el dominio dependían de conocer cada técnica que pudiera existir. Entiendo bien que, para que puedan llegar a valorar la simplicidad de los fundamentos, tienen que vivir la ilusión de la complejidad. Nadie puede estar satisfecho con menos si ha pasado la vida mirando por la ventana, imaginando si algo mejor existe allá afuera.

Por eso, cuando veo a mis estudiantes en esta etapa, los dejo que sigan su camino, que recorran su propio círculo. Sé que ellos también necesitarán ese viaje, necesitarán probar y acumular antes de que puedan finalmente soltar. Solo después de recorrer este sendero, al final, entenderán que el verdadero secreto no reside en una técnica oculta o en un movimiento exótico, sino en aquello que alguna vez aprendimos en el principio: los fundamentos. Aquellos movimientos simples, directos y efectivos son los que, al final, tienen el valor y la potencia de sostenernos en situaciones reales.

Caminar el círculo es, en última instancia, aprender a soltar.